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sábado, 3 de noviembre de 2012

Aula 7. Escuela de cuadros y pepas. Una propuesta del Comando María Moñitos (creado por la artista Argelia Bravo)


Texto de presentación

Este proyecto ha sido desarrollado por el Comando María Moñitos, creado por Argelia Bravo para propiciar conexiones libres y liberadoras entre el arte contemporáneo: la diseminación de la figura del autor no su desaparición y las posturas críticas frente a los atavismos persistentes del arte moderno, autorreferencial y cosificado, así como la problemática de la soberanía alimentaria, concebida como defensa de la nutrición del cuerpo y de las culturas. Discusiones trazadas desde la insurgencia de posicionamientos lúdicos y creadores contra aquel sistema de alimentación que está funcionando como arma de destrucción masiva de la diversidad de cuerpos, ecosistemas y saberes.

Más que una exposición, Aula 7 es un proyecto, puesto que implica una serie de experiencias aglutinadas por el Pensum de estudios transindisciplinarios de la Escuela de cuadros y pepas. Además del espacio con obras, que de sala se troca en aula, una sucesión de clases y performances activan prácticas de una guerrilla a favor del ecofeminismo; contra los agrotóxicos, transgénicos y monocultivos; contra los disciplinamientos y la ciencia moderna; contra el terrorismo empresarial que arremete sobre los campesinos y sus tradiciones; contra las transnacionales del fast food; a favor del uso ancestral de las «malas yerbas», de los placeres compartidos, de los saberes pasados de generación en generación, del cultivo ecológico de los afectos y de las reuniones para compartir.

Se trata de un proyecto en desarrollo y no de una mera exposición, de un comienzo y no de una muestra conclusiva. Esta propuesta transforma a la institución en una especie de centro de «educación popular» (Rodríguez, 1840-2004: 41), espacio para asambleas de movimientos sociales, haciendo de la obra creada una cadena que propicia reflexiones/acciones en el tiempo, incluso hacia las entrañas del museo.

Stencil, 2011, Argelia Bravo

Aula 7. Escuela de cuadros y pepas

Un aula insurrecta: guerrilla, trochas, malezas y pepas

El Comando María Moñitos se sitúa en una de las frágiles fronteras entre ficción y realidad. Es una obra de Argelia Bravo desde la que se manifiesta la necesidad apremiante de una insurgencia que se adhiere a las perspectivas de un conocimiento transversalizado.

El comando se alimenta de los posicionamientos de amigos y otras vinculaciones de la artista, encabalgados en distintos activismos y convicciones socioculturales. También se nutre del conocimiento académico, pero desde las posturas autocríticas de los «infiltrados» en las instituciones afines a su quehacer entiéndase críticx, curadorxs, antropólogxs, científicxs sociales, otrxs artistas, etc.).[1] Bravo recupera estos conocimientos y afectividades desde su perspectiva desencadenadora de nuevos imaginarios y, a partir de sus propias posturas, los agrupa y los hace hablar.

Además, las ideas y acciones de este comando se sustentan en la herencia guerrillera, en la lucha armada de la Venezuela de los sesenta-setenta, como una latencia ineludible en la vida de Bravo: sus mitos, memorias, dolores, rabias y amores; procederes, estrategias y tácticas.

Se trata también de una lucha anti-epistemológica radical (Preciado, 2008) que estimula el desmoronamiento de los saberes dominantes, en función del reconocimiento de aquellos otros que han sido desplazados, despreciados, invisivilizados, erradicados, olvidados o, en el mejor de los casos, minorizados.

Este comando propone una guerrilla podría ser tildada de terrorista por algunos[2] que se levanta desde el campo cultural y desde las posibilidades planteadas por el arte generalmente excluido y autoexcluido de las discusiones sobre los espacios más determinantes de la vida movilizando la incorporación, con Barbara Holland-Kunz, del saber cultural al saber natural para «sensualizar» la razón.[3]


Reticulofagia transindisciplinaria

Este arte contemporáneo tiene su locus de enunciación fuera de la auto-referencialidad, está más bien inmerso en problemas contextuales y no en efectismos cosificantes, se sitúa en lo que Jacques Rancière llama el presente postutópico, es decir, un presente que ya no cree en grandes transformaciones y meta-relatos sino en acciones de función comunitaria y de carácter micropolítico.[4] Este arte se exige a sí mismo hacer manifiestos sus desacuerdos y políticas estéticas (Rancière, 2005).

La propuesta del Comando María Moñitos o lo que viene siendo casi lo mismo, de Argelia Bravo es consciente de que la exclusión del arte de los debates fundamentales de la vida en común genera mayor subordinación y brechas de clase que producen como alarmante consecuencia limitaciones en la capacidad para responder de manera creativa a los problemas. Sabe que la ignorancia deviene esclavitud (Rodríguez, 1840-2004: 91)[5] y divide el poder hacia los «hombres de la inteligencia» por sobre los «hombres de la sensación» y hacia «la clase de la inteligencia» por sobre la «clase de la naturaleza» (Rancière, 2005: 25).

Es por esto por lo que el proyecto Aula 7. Escuela de cuadros y pepas, desarrollado entre mayo y agosto de 2012 en el Museo de Arte Contemporáneo (Caracas), planteó[6] ser una especie de «exposición en acción», una muestra en desarrollo, una obra colectiva y abierta.

Este proyecto se concibió como una especie de «escultura social» contextualizada por los sentidos disparados desde las obras en video y fotografía de Argelia Bravo, dispuestas en la sala transformada en un aula, para dar inicio a una educación y a una estética liberadoras[7] que se desbordaría hacia performances diversas con consecuencias imprevisibles.

Aula 7 se teje así desde la idea de la transitoriedad entre el museo y otros lugares, para albergar operaciones diversas entre expertos y no expertos, creando «(…) la pérdida de poder de una presuposición: la de que una práctica sólo puede desplegarse a partir de una demarcación disciplinaria» (Laddaga, 2006: 263). Puede entenderse así que esta propuesta actúa desde la transindisciplina.[8]

La transindisciplina propone salirse de las líneas trazadas por los saberes subyugados (Preciado, 2008) por medio del indisciplinamiento transversalizado. De este modo podemos entender que ella implica las prácticas de pensamiento propuestas por teorías liminales, como por ejemplo las queer, las transfeministas, las ecofeministas, las decoloniales. Pero también, y justamente a partir de la elección de aquellas opciones teóricas, la recuperación de todos aquellos saberes que el episteme moderno execró, es decir, en el caso de la cultura: todo aquello clasificado como «baja cultura» y que incluye todo tipo de expresiones populares la cocina, los remedios caseros, las historias domésticas, metodologías otras del pensar, sonoridades, visualidades…; en el caso de las ciencias: todo lo que se ha ocultado por razones más mercantiles que relacionadas con el bien común; en el caso de la historia: los relatos escondidos que han naturalizado creencias equívocas sobre las relaciones de género, sexo, raza, edad, geopolítica y de clase; también oposiciones taxativas entre la emocionalidad y la racionalidad, la vida y la muerte, lo bueno y lo malo, lo cultural y lo natural. La transindisciplina propondría una lucha contra los parcelamientos, la retícula, la mentalidad a cuadros, desde la invención de caminos abiertos, allí donde nadie ha querido pasar ni mirar: las trochas. Por eso, la consigna que acompaña al Pensum de estudios transindisciplinarios del Comando María Moñitos es: «Contra todo disciplinamiento. Inventar es la trocha».



Arte como trochas

La consigna creada para convocar desde Aula 7. Escuela de cuadros y pepas «Inventar es la trocha», hace un punto de contacto y continuidad propositiva con el célebre pensamiento de Simón Rodríguez: «Inventamos o erramos», en el que señalaría que la única vía para la libertad está en el cultivo del conocimiento, necesariamente público y colectivo, para el ejercicio activo del ingenio en función de la invención.

El arte, como saber, suele estar en posición marginal, se fuga de la legibilidad ordinaria (De Certeau, 1996: 105), se ubica en el espacio vacío dejado por las disciplinas, allí, en la trocha que se contrapone y rebela ante aquello que es análogo al diseño urbanístico patibulario de ciudades reticuladas para el control y la coerción eficientes de sus habitantes.

El Comando María Moñitos entra y sale, incluso del campo del arte, según el plan trazado, se escapa cuando es necesario, acentuando su libertad para inventar sentidos desafiantes ante los esquemas instaurados de normalidad.

En sintonía con otras propuestas que están circulando en el mundo, y en palabras de Néstor García Canclini: «El hecho de que ninguno de estos artistas ofrezca respuestas doctrinarias ni programas ayuda a concentrarnos en los dilemas de la interrogación. Su libertad, mayor que la de un científico social, para decir con metáforas condensaciones e incertidumbres del sentido que no encontramos cómo formular en conceptos, lleva a reconsiderar articulaciones entre estos dos modos de abarcar lo que se nos escapa en el presente» (2011: 47).

En los planteamientos del Comando María Moñitos, el arte y la creación popular no son contradictorias ni opuestas. Se integran, en estallido caótico, las preocupaciones por subvertir las lógicas de saberes y materias patentados; las diversas aproximaciones sobre los ejercicios de soberanía; las investigaciones llevadas adelante por la Comandanta cocinera[9] Ana Díaz[10]sobre la necesidad de alimentarnos sanamente con lo que tenemos a la mano, concibiendo la comida como espacio de resistencia política; las inquietudes por ampliar los conocimientos sobre modos de vivir más respetuosos con la naturaleza; las revisiones al sistema que ha catalogado lo que es perverso y lo que es maleza; un acercamiento al rescate de la memoria de la guerrilla venezolana de los sesenta-setenta; la creación de espacios para educar liberadoramente y las afrentas simbólicas a la historia más legitimada del arte venezolano.

Estas conjunciones, que vienen haciendo trueques constantes entre estos ámbitos aparentemente distantes y distintos, se deben a que operan del mismo modo a como funcionó la creación en la cultura antes de ser decretada como campo autónomo del arte catalogado como pre-moderno, esto es, sus potencialidades de utilidad, placer y reflexión no están divorciadas, y las propuestas poéticas no pretenden alejarse de aquellas tensiones más concretas de la realidad, generalmente abordadas más a secas por los activismos sociales.  

En este caso el museo trabaja, más que como institución congeladora, legitimante y regida por las lógicas modernas que la consolidaron, como un agente que se deja permear intencionalmente por las alteraciones producidas por el humor y lo lúdico sin complacencias de las obras activas en Aula 7 y las dinámicas propuestas por el Pensum de estudios transindisciplinarios. Planteamientos éstos que van tras la búsqueda del bien común y la equidad, aunque despojados del tono dramático que podrían tener muchos de aquellos discursos y más bien cargados de una intención encantadora basada en el convite afectuoso a otra actitud.

El proyecto Aula 7. Escuela de cuadros y pepas ha pretendido que el museo se altere para funcionar como un dispositivo propicio para romper con la cultura del silencio (Freire, 1993: 37) desde la igualdad de inteligencias y la emancipación intelectual, propuesta ya en el siglo xix por Joseph Jacotot (Rancière, 2009: 2), para permitir no sólo elaborar un discurso crítico sobre el mundo propio sino también rehacerlo (Freire, idem). En este estado alterado de la institución, los mecanismos museísticos se enredan en malezas simbólicas para dar paso al comienzo, y apenas apertura, de trochas necesarias.

Son las trochas las que pueden generar un lugar para lo que De Certeau ha llamado «tácticas ilegibles», aquellas que propician el escape ante las redes de la vigilancia disciplinaria al trenzar «creaciones subrepticias», discontinuas y procesos sin cerramientos.

El arte aquí propuesto devora la retícula positivista y escupe pepas que manchan la superficie abriendo ramificaciones irregulares sin fin.

La hija del guerrillero, 2012, fotomontaje hecho por Argelia Bravo y Argénis Valdéz (50 x 60 cm)


Guerrilla y arte/arte y guerrilla

Luis Camnitzer publicó en 2008 Didáctica de la liberación. Arte conceptualista latinoamericano. En sus páginas plantea una serie de análisis sobre el arte contemporáneo, atendiendo específicamente a los procesos y contextos experimentados en Latinoamérica, y se sitúa en oposición a la difundida, canonizada e ininterrumpida historia del arte universal.

En esta publicación Camnitzer hace un reconocimiento a dos procesos creadores no insertos directamente en «la visión disciplinaria del arte» (Camnitzer, 2008: 14)  pero que, desde su argumentación, resultan pertinentes al marcar huellas determinantes en la genealogía del conceptualismo latinoamericano. Entre estos hitos el autor ubica el modo de escritura y enseñanza de Simón Rodríguez, señalando que fue artista a pesar suyo: «Rodríguez usó estrategias estéticas para tratar los temas que le preocupaban en educación y política» (ibidem: 57).

Camnitzer apunta: «(…) considero que la pedagogía, la poesía y la política, junto con la imprecisión de las fronteras que las separan de las artes visuales, son fundamentales para entender el conceptualismo latinoamericano» (ibidem: 24).

Es por esto que el autor genera esta conjugación con varias de las operaciones llevadas adelante por la guerrilla uruguaya: «Se puede afirmar que el movimiento guerrillero uruguayo conocido popularmente como Tupamaros se entrometió bastante más directamente en la realidad y en la vida cotidiana que Simón Rodríguez. (…) Los Tupamaros ejemplifican la política, acercándose todo lo posible al borde artístico de la línea» (ibidem: 65). (…) Al ampliar el alcance de las acciones en esta dirección artística, los Tupamaros  se separaron de la guerrilla tradicional y se dedicaron a otra cosa que puede ser llamada “estética activa”» (ibidem: 81).


Esta vinculación entre arte contemporáneo, Simón Rodríguez, la educación liberadora y guerrilla en el entorno propio, está también latente en las reflexiones que constituyeron el proyecto Aula 7.

Los detallados relatos, análisis de enlace crítico y puesta en valor de procesos de las historias contemporáneas latinoamericanas hechos desde el arte por Camnitzer, hacen más viable la comprensión de una propuesta como la del Comando María Moñitos, al permitir engranar con mayor fluidez los aportes legados por las búsquedas guerrilleras de nuestro contexto venezolano, aparentemente congelados para siempre, la revisión de los aportes de Simón Rodríguez, confinados a la lectura y puesta en práctica de unos pocos, y las posibles capacidades de incidencia generadas desde nuestro arte contemporáneo.

La ingeniosidad guerrillera, experimentada desde la perspectiva de la niñez de Argelia Bravo, parece haber sembrado en la artista el interés por lo que Freire llamó «lo inédito viable» (1993: 10), asociado a la idea de accionar desde la esperanza, pero desde una esperanza que nace de un fundamento ético-histórico y de la rabia y el amor conjugados.

El Comando María Moñitos aplica tácticas propias de la guerrilla secuestros, tomas, comunicados, acciones de propaganda, publicaciones inquietantes, fabricación de «bombas caseras»[11] pero hechas desde lenguajes, poéticas y lógicas provenientes del arte para trastocar al mundo desde una postura posmetafísica, es decir, una postura que echa mano de otros campos de investigación y acción que exceden la idea de «universos compactos y coherentes» (García Canclini, 2011: 45 y 140). De modo que, además de posicionarse desde la transindisciplina cuestionadora de los modos de conocer, explicar y educar en medio de las realidades, se ubica dentro de posicionamientos guerrilleros con acento ecologista y transfeminista.  

Las distintas alas del Comando María Moñitos, con sus aliados y hasta con sus secuestrados,[12] proceden así en este planteamiento, en dirección de insurgencias que revierten distintas concepciones instituidas, señalando los componentes de dominación que desde estos aspectos fundamentales de la vida se están ejerciendo a costa de la ignorancia. 
                 Still de la videoacción Segundo Comunicado. La malayerba, Argelia Bravo, 2012.

 ¡Malayerba!

En el siglo xviii se efectuó una «ruptura ontológica» (Apffel-Marglin en Lander, 2000: 16) entre la razón y el mundo, que generó una separación del conocimiento al decretar las autonomías de las ciencias, la moral y el arte. Esta separación del conocimiento en distintas ciencias, con un locus eurocéntrico muy acotado, se instauró como universalmente superior a otros saberes (Lander, 2000: 15-25), dejando condenados a la figura de conocimientos pre-científicos a todos los otros saberes (Castro Gómez et al., 2002: 11). En este proceso las ciencias modernas se transformaron en territorios de poder defendidos por sus portadores contra cualquier «invasión» a través de explicaciones sin porosidades.

Sustentados por transnacionales de comida rápida y de bebidas gaseosas que enferman a sus consumidores, explotan a sus trabajadores y financian matanzas y guerras de gran envergadura, tenemos un despliegue científico que ha servido para catalogar jerárquicamente las formas de vida sobre la tierra. Como ejemplo están las tensiones alrededor de la hoja de coca y las polémicas tentativas en torno a la legalización para uso terapéutico de algunas plantas como la marihuana que, del otro lado de la moneda tienen como realidad la apropiación de aquellas por parte del gran mercado del narcotráfico y de las ya mencionadas empresas de fast food. También es conocido el menosprecio e invisibilización sistemáticos de plantas como la pira llamada también amaranto o bledo, la chayota y/o la quinoa, que no sólo son alimentos que antes de la colonia tuvieron un valor trascendente además de nutricional, como es el caso de la pira y de la hoja de coca, sino que en medio de la modernidad han sido identificados como comida de pobres aunque tienen un potencial alimenticio único, descartados en la cocina cotidiana actual debido a las configuraciones culturales que el mercado viene imponiendo, entonces aprovechado casi en exclusividad por las grandes empresas de manera oculta o disfrazada.

Un puñado de científicos ha denominado a muchas plantas de estas tierras como malas yerbas y las ha catalogado como algo que debe ser exterminado porque produce daños en las plantas «buenas».[13] Pero es necesario recordar que estas distinciones jerárquicas para cuerpos y formas de vida son modos de dominación que han legitimado, durante siglos, las violencias más sistemáticas contra cualquier tipo de diferencia.

El papel de la argumentación científica ha sido determinante como arma de contrainsurgencias. Un ejemplo: hace menos de cinco años varios artículos publicados señalaban la estrecha colaboración entre los científicos sociales y militares para llevar adelante guerras violatorias de los derechos humanos a propósito del «uso del conocimiento antropológico como elemento de tortura física y sicológica» (López y Rivas, 2008) en Irak. La antropóloga estadounidense Montgomery McFate, encargada de «educar» a los militares, creadora del programa Sistema operativo de investigación humana en el terreno iniciado por El Pentágono y consejera de la Oficina del Secretario de Defensa, afirma que la «antropología puede ser un arma más efectiva que la artillería», una complicidad ya tradicional que ha avanzado con éxito en aras de colonizaciones y ocupaciones brutales a través de la naturalización de ciertos conocimientos y afirmaciones.


Aula 7, desde el arte que permite la desobediencia teórica y disciplinaria, ha buscado develar los peligros de las clasificaciones bipolares provenientes de las epistemes modernas y, desde el plano de la agricultura y la cocina, ha transformado en metáforas estas discriminaciones proponiendo la búsqueda de equilibrios entre «la plaga», «la maleza» y el resto, más que su exterminio (Rendón,[14] 2012, Aula 7).

Este proyecto ha pretendido hacer socialmente notoria la presencia de aquellos que resisten desde los «saberes populares»: cocineras, campesinos, guerrilleros y otros sujetos oprimidos o «irreales»[15], aquellos considerados «malas yerbas» que circulan por el mundo contaminando y amenazando el control de una estructura excluyente.


Ejercicios de soberanía o prácticas decoloniales

Las discusiones planteadas por Aula 7 apuntan a las distintas problemáticas antes mencionadas, pero hay un eje que atraviesa todos los aspectos referidos y es el ejercicio persistente de la soberanía.

La avanzada colonial tuvo una misión civilizadora pertrechada de conocimientos y discursos de legalidad con un pretendido carácter «universal» que le permitieron imponer sus modelos. Pero esta universalidad resguardaba y aún hoy es así tan sólo a aquellos obedientes a sus leyes hombres blancos, de mediana edad, heterosexuales, liberales, de tradición judeocristiana. Por esto la soberanía, o el derecho a decidir de manera autónoma sobre los territorios, culturas, conocimientos, cuerpos o naturaleza, pertenecerían a los conquistadores, es decir, a los portadores de la normalidad, la disciplina, la ciencia.

Ni la naturaleza ni las naciones bárbaras «reúnen condiciones para tener derecho alguno, ni público ni privado (…) “The native tribes of ‘North América’ no tienen por su particular ‘state of society’, por un estado que se juzga primitivo, ‘neither sovereing nor commonwealth’, ni soberano ni república, derecho político alguno» (Clavero en Lander, 2000: 20-21). Los pueblos que no responden a las lógicas de la explotación están fuera del llamado derecho universal y carecen de soberanía y autonomía.

Por esto, desde la perspectiva colonial, la naturaleza puede ser privatizada y contaminada, el agua y la tierra están dejando de ser bien de uso comunitario, y la producción de agrotóxicos, biocombustibles, monocultivos y «alimentos» transgénicos, a pesar de su conocida nocividad, es cada día más creciente.

Nuestras sociedades aún responden al discurso hegemónico de un modelo civilizatorio moderno/colonial de extensa trayectoria en nuestra historia.

Bajo esta cosmovisión liberal y universalista, las transnacionales empresariales pueden justificar sus arremetidas que alcanzan en ocasiones dimensiones genocidas contra los campesinos y sus costumbres ancestrales, puesto que responden a la lógica del derecho que favorece al hombre occidental por encima del derecho del resto de los seres vivos y de los pueblos bárbaros, ya que se erige como único portador de la razón universal y por ello se asume como propietario de todo cuanto existe.

En la propuesta llevada adelante en Aula 7, la soberanía no se entiende sólo desde un ángulo, sino que se trata de la exhortación a un estado de alerta permanente y de defensa de la soberanía alimentaria y agrícola como trocha desde donde se defiende también el derecho de la naturaleza que contribuye con la producción de riqueza; el derecho que tienen los «plebeyos» a decidir por la configuración de sus diversidades culturales, con el fortalecimiento de sus propios modos de reunión, afectividad, sus costumbres alimenticias, la recuperación del uso de plantas borradas de la memoria, o la creación de nuevas gastronomías propias; el derecho a procesar y producir conocimientos a partir de los contextos propios «desnaturalizando las formas canónicas de aprender-construir-ser en el mundo» (Lander, 2000: 37); las posibilidades de generar estéticas desde contextos mezclados e írritos a los cánones implantados por la Ilustración y las lógicas burguesas; la soberanía de cada cuerpo por sobre los dictámenes disciplinarios y de los mercados publicitarios, farmacológicos y comerciales.

La nutrición aquí ha sido complejizada, pues no sólo hay una referencia a la nutrición del cuerpo sino que se integra el carácter cultural que incluye los saberes despreciados por los modelos civilizatorios del sistema-mundo moderno/colonial (Wallerstein y Quijano, 1992).

Se trata de una aproximación cultural que aunque se acerca nuevamente a la tierra, los campesinos, los saberes indígenas, las cocinas sin microwave, apelando a una activación de la memoria, se aproxima sin nostalgias ni romanticismos, puesto que no les hace el juego a las oposiciones modernas que se ubican en el pasado y mitifican los conocimientos producidos en el interior de las comunidades no modernas (Castro Gómez et al., 2002: 12).

Todavía en el país actual tenemos una infinidad de límites impuestos en cuanto a las políticas en pro de nuestras soberanías. Es un imperativo romper con estas limitaciones que, en buena medida, han sido implantadas por transnacionales que sólo obedecen a las leyes del mercado, aunque también tienen como aliadas las inercias institucionales y las aún inconsistentes políticas agrícolas y culturales.

Aula 7 y su pensum presentan una experiencia compleja que contribuye con estas disputas por las soberanías, en las que la práctica creativa desplegada ha apuntado a una reconfiguración de la división de lo sensible, para la apertura de la puesta en crisis de suposiciones antropocéntricas y occidentales, desde un plano alterno a las teorías y en aras del combate contra la precarización de la vida o la multiplicación de la miseria, contra el 70% del veneno que actualmente consumimos, contra la depredación del planeta, contra la producción de seres vivos enfermos y dependientes del mercado farmacológico; se levanta como una subversión del orden simbólico para hacer del consumo un acto político y para cultivar la pluralidad epistémica.

El aula, las acciones y las clases de cocina casera; el combate sin armas de fuego ni sangre, sino desde la educación «no bancaria» sugerida por el pensum desarrollado en Aula 7, han funcionado como canal para la búsqueda de soberanías logradas a través de la restauración de los cuerpos que piensan y luchan por relaciones políticas más equitativas, la insurgencia contra la imposición de aspectos culturales y sociales que producen desarraigos peligrosos y la protección de los recursos naturales que se ven constantemente agredidos.



Un inicio

Finalmente, quizá sea válido acotar que esta propuesta obtuvo una extraña acogida, puesto que fue un público heterogéneo el que se aproximó a la sala/aula y participó de las sesiones del pensum. Quienes forman parte del ámbito artístico local, aunque se asomaron, parecen haber preferido ignorarla y guardar silencio. De modo que el campo de influencia de las metáforas y detonaciones efectuadas por el Comando María Moñitos desplazó sus focos y generó efectos en otros espacios de acción y reflexión.

El silencio en la esfera artística quizá se deba a los temores de un campo que en nuestro país actual, tan politizado como está, no logró ubicar en ningún bando estos planteamientos, más bien situados en problemas político-socio-culturales cardinales desde sus zonas más sensibles, señalando su origen desde el saber de campesinos, cocineras, ecologistas y «otrxs» activistas sociales, desprendiéndose radicalmente de las acostumbradas discusiones parceladas.

Como sucedió en el caso de las Pasarelas libertadoras (2007-2010), que luego de varios años fue obteniendo mayor atención hasta llegar al impacto causado con la muestra Arte social por las trochas, y otros recientes reconocimientos, esperamos ver cómo germinan y se despliegan las ideas iniciadas por la experiencia Aula 7. Escuela de cuadros y pepas.

Albeley Rodríguez, Caracas, 2012



Referencias bibliográficas

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[1] Argumento el uso de la «x» citando lo que he escrito antes: «Ya las feministas habían desplegado perseverantemente varias luchas por el reconocimiento verbalizado del género femenino en el lenguaje. Ahora, con los aportes de la teoría queer, debido a que su propuesta postula que el género es una construcción cultural y una coerción social, en la práctica han propuesto el uso de la “x” en lugar de la “o” y de la “a”, e incluso el uso de la “@”. Aun si se presentan ambos en combinación y reproducen la ideología binarista, utilizaré la “x” para intentar escapar de las rígidas marcas de género presentes en nuestro idioma castellano» (Rodríguez, 2010: 8).
[2] La definición del término terrorismo suele acomodarse al ángulo de quien tiene la legitimidad de su lado. Si bien se entiende como una forma táctica de violencia que busca lograr objetivos políticos mediante la expansión del miedo en la población, sabemos que este término ha estado también directamente asociado a aquellos gobiernos interesados en neutralizar y dominar a quienes han decidido hacer sentir sus diferencias con el poder. Por ejemplo, en Argentina, asociaciones no violentas como las Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo fueron consideradas y aún lo son por algunos sectores como organizaciones terroristas. Al respecto Castro-Gómez, Schiwy y Walsh escriben: «La estructura geopolítica del sistema global permite que el término “terrorista” se convierta en un recurso epistémico disponible para los gobiernos nacionales tanto de La India como de Latinoamérica. El peligro es que el potencial epistemológico multi o pluricultural, que emergió como un efecto no deseado de la globalización neoliberal, sea descalificado y oprimido por el poder hegemónico perpetuando así el círculo de la dominación y las respuestas violentas» (Castro-Gómez et al, 2002: 8).
[3] Entrevista a Barbara Holland-Kunz (Kuletz, 1992: 19).
[4] Suely Rolnik (2007) ha apuntado que mientras el activismo tiene una potencia macropolítica, puesto que apunta a que sus intervenciones incidan en la realidad visible y tangible de los conflictos de determinado contexto social, la acción artística interviene más desde la provocación de colapsos de sentido, creando crisis en la subjetividad, incidiendo en la realidad indecible e intangible, esto es, desde una potencia de carácter micropolítico.
[5] En su texto Luces y virtudes sociales (1840), Simón Rodríguez dice: «Sin conocimientos el hombre no sale de la esfera de los brutos y sin conocimientos sociales es esclavo» (Rodríguez, 2004: 91).
[6] Las ideas de la artista fueron muy discutidas y reflexionadas desde 2008 con la curadora. De modo que quizá sea sano acotar que la iniciativa de mostrar un cuerpo movilizador en las condiciones de una experiencia diferente, que por otra parte desbordara los términos de una exposición convencional de museo, surgieron de la insistencia y convicción curatorial con respecto a lo necesario que era que los planteamientos madurados por Argelia Bravo, en su interacción con varias individualidades y colectivos sociales, requerían con apremio de un espacio para activar nuevas experiencias colectivas de juego, creación e insurgencia. Tal vez se trate de un proceso particular de corresponsabilidad artista-curadora (y viceversa), en el que implicaciones y complicidades se acoplaron con los equipos cooperadores,  incluyendo al equipo del Museo de Arte Contemporáneo, para funcionar con una especie de código abierto, tanto fuera como dentro del umbral institucional, dando varios giros y transiciones que podrían ser importantes para las discusiones sobre modificaciones en las dinámicas tanto del campo del arte como de las prácticas museológicas.
[7] La crítica de arte ecuatoriana María Fernanda Cartagena ha escrito recientemente que «(…) la estética liberadora se manifestaría en la afirmación de la dimensión política del arte frente a problemáticas relacionadas con el occidentalismo, universalismo, eurocentrismo, etnocentrismo, desarrollismo y colonialismo que determinan injusticias, inequidades y exclusiones culturales, económicas, políticas y sociales» (Cartagena, 2012).
[8] «Transindisciplina» es un término acuñado por Argelia Bravo en las reflexiones producidas para su anterior exposición individual Arte social por las trochas hecho a palo, pata' y kunfú (Celarg, Sala RG, Caracas, 2009-2010).
[9] La palabra chef responde a una construcción jerarquizada de la cultura en la que los patrones provenientes de la cultura culinaria francesa están por encima de otras; el ejercicio del procesamiento de alimentos para la nutrición placentera serían alta cultura en un punto de la geografía planetaria (Francia) y baja cultura en otro (las cocinas criollas latinoamericanas, por ejemplo). Esta palabra traducida al español es jefe y respondería también a otros dos sistemas de jerarquía: el del poder de quien sabe cocinar porque ha estudiado sobre aquél que ha aprendido de generaciones los saberes del arte culinario, y el del sistema patriarcal, pues la imagen del chef masculino que cocina en espacios públicos y pagados suele contraponerse al de la cocinera, mujer que cocina por necesidad y sin salario en la cocina de su casa.
[10] La propuesta de Ana Díaz trasciende la mera preparación de alimentos para proponer la alimentación como herramienta de reeducación del público a través del disfrute de sabores desconocidos, locales y surgidos de la necesidad, pero también la cocina y la elección de alimentos como arma política en contra de la alimentación uniforme impuesta por el mercado y la mentalidad colonial. El trabajo llevado  cabo por esta cocinera responde a una investigación alrededor de los componentes nutricionales de los alimentos de la región y el impacto en la salud, la cultura y la ecología. Se trata además de un activismo en el que el Comando María Moñitos, del cual Díaz es miembro fundador (2008), se ha planteado potenciar aún más. En el proyecto Aula 7 el aporte de Ana Díaz ha sido determinante; lo que ingiere el público en los refrigerios, el almuerzo y en su clase de cocina es más que simplemente comida, pues los momentos de degustación se presentan como oportunidades para reflexionar, desde el cuerpo, acerca de las propiedades de lo servido, y al mismo tiempo establecer contrastes con aquello que consumimos mecánicamente en nuestras urbes, momentos abiertos para otras posibilidades de vida.
[11] La fabricación de «bombas caseras» es una propuesta que Argelia Bravo puso en acción en la segunda sesión del Pensum de estudios transindisciplinarios de María Moñitos el jueves 12 de julio de 2012 en el espacio de la muestra Aula 7, bajo el título «Contra todo tipo de “chef”». En esta acción el público fue convidado a compartir y explicar alguna receta familiar como ataque terrorista a la gastronomía. 
[12] El fotógrafo de todas las experiencias y de las obras instaladas en la sala/aula, Gustavo Marcano, se asume un secuestrado que desde hace ya años colabora a modo de cómplice con su captora, semejante a lo ocurrido en el caso de Claude Fly –asesor de la American Agency for Internacional Development (AID)– secuestrado durante siete meses y que, luego de su liberación, mantuvo correspondencia amistosa con sus captores, sin que se pudiera catalogar esta relación con el síndrome de Estocolmo sino más bien asociada al tratamiento amable que formaba parte de las políticas no violentas y anti-derramamiento de sangre de los Tupamaros (Camnitzer, 2008: 73).
[13] Que es la misma lógica de la erradicación de la diferencia en el plano social o la aniquilación del disidente en la política.
[14] Otro componente importante para el discurso del Comando María Moñitos, son las reflexiones y activismos de Simón Rendón, quien hace parte del Centro Ecológico Bolívar en Martí. Rendón acotó la reflexión alrededor de la noción de maleza vinculada con el mal, los malandros y la plaga, y uno de los sujetos más determinantes en quienes Argelia Bravo encontró los fundamentos y reflexiones que dieron origen al video Segundo comunicado del Comando María Moñitos. ¡Sí nos importa el bledo!
[15] Judith Butler en Deshacer el género ha llamado “irreales” a aquellos que son inteligibles ante el ámbito cerrado de la normalidad. (Butler, 2006)

domingo, 26 de febrero de 2012

Lección de Cultura Dictada por una Experta o una puesta en diálogo entre el video de una artista guerrillera y Nuestra América de José Martí

Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo,
se hunden las manos en la masa,
y la levantan  con la levadura de su sudor.
Entienden que se imita demasiado,
y que la salvación está en crear.
Crear es la palabra de ésta generación

José Martí, 1891

          La artista venezolana Argelia Bravo ha producido el video (no le pongamos aún ningún apellido como documental o videoarte) titulado Curso introductorio de cultura dictado por una experta. Este trabajo incita a volver a preguntarnos por la noción que manejamos de cultura. Vale la pena, al menos hacer el intento de extraer algunas precisiones de esta cargada propuesta, aunque terminemos capturando solo unos pocos de todos los aspectos posibles. Para lograrlas nos planteamos colocar algunas de las sugerencias del video al trasluz del diálogo con algunas ideas de José Martí expuestas en Nuestra América.

Las dicotomías como civilización – barbarie y las expectativas depositadas sobre el progreso y la modernidad sujetadas a los procesos de urbanización,  industrialización, mercado y consumo han provocado que nuestra idea de aquello que es cultura se halla visto radicalmente “desinfectada” de su relación etimológica con la palabra cultivo y, más aún, de las prácticas (y sus complejas implicaciones) relacionadas simultáneamente con el mundo productivo y los ámbitos de lo simbólico, entre el trabajo y el placer o, peor aún, la relación de convivencia (y no de explotadores – explotada) entre los humanos y la naturaleza.

Este video está hecho a partir de un grupo mínimo de preguntas que Bravo utiliza como medio de aproximación con una niña de diez años nativa de Casupo, Estado Miranda, Venezuela. Pero estas preguntas han sido presentadas, como en el cine mudo, a modo de carteles como una especie de señal que deja entender la decisión tomada por la artista de enmudecer para dejar que se escuche con atención otra voz, la de la experta que nos dará una lección de cultura.

Las respuestas espontáneas de esta pequeña demuestran sus elaborados conocimientos sobre la siembra, el uso de los productos de su plantación como alimentos y medicinas, las fases lunares, las técnicas apropiadas para la siembra y el cultivo, y un modo de asumir la vida creativamente a partir de las posibilidades de su lugar y de las enseñanzas ancestrales que le ha transmitido su abuela, a la que siempre menciona.

El video revela también que ya, a su corta edad, esta niña tiene un amplio sentido de pertenencia sobre esa tierra que siembra; habla con afecto y ternura de los frutos de su trabajo pero, además,  tiene una visión crítica sobre el desconocimiento que la gente de la urbe caraqueña tiene sobre los procesos y la procedencia de los alimentos y las plantas medicinales que consume pues, como ella nos indica, apenas se limitan a ser compradores inconscientes y pasivos por lo que, con mucho tino, la niña los llama ignorantes en un momento de la entrevista.

Pero, por qué decimos que es un término tan atinado el usado por esta niña: estos consumidores a los que ella se refiere, generalmente, no solo desconocen de dónde vienen y cómo “aparece” aquello que se llevan a su boca o a su piel para restaurar sus cuerpos sino que, además, son en su mayoría negligentes, no pretenden inquirir en aquello que se puede y debe saber sobre las facultades de la tierra en la que habitan que, por costumbres implantadas por el sistema de mercado, miran con distancia y a manera de postal, desdeñando al campesino y desechando los beneficios de los productos que tienen origen en esa tierra de la que también ellos (los urbanos) son, de una u otra manera originarios, sin poder notar las posibilidades de no ser manipulados por el mercado global, el FMI o las propuestas del TLC, las opciones de humanización que ofrece el  estrechar lazos con ella, y los saberes que esa tierra ha sido capaz de generar.

Este comportamiento tiene siglos engranándose en nuestras mentalidades, en nuestra noción de lo que es culto, y es por eso que José Martí escribía, llamando la atención, en el texto Nuestra América en 1891:

Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de  pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le  acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre de los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. (Martí, 1985: 27)

 Y es justamente sobre esa idea, ese agudo reclamo, que Argelia Bravo ha fecundado sus preocupaciones actuales. Está trabajándolas por medio de un planteamiento que hace entender el lugar de la cocina, por un lado, como un frente de lucha e instrumento particularmente femenino[1] de insurgencia política frente a la esclavitud que le impuso el régimen patriarcal pero que se ve revertido por la capacidad de influencia que las ha hecho empoderarse de ese espacio opacado y, por otro, de decolonización, lo que la artista pretende que se comprenda como una modalidad de guerrilla contra las imposiciones de las transnacionales y el desdibujamiento de las costumbres alimenticias que tan efectivamente vienen ejecutando. Proyecta, recordar que, sobre todo en tiempos de las abuelas, la cocina (y en su ámbito, la extracción directa de los frutos frescos de la tierra) sirvió como lugar propiciador de la cohesión familiar, de un tipo valioso de formación cultural, fundamento de los afectos, medio cotidiano de creación y un camino para el re- conocimiento de las tradiciones. Se trata de la cocina y la alimentación entendidas desde su dimensión cultural. Planteamientos de donde está surgiendo la serie de videos Clase de Cultura Dictada por una Experta.

No querríamos dejar de introducir en esta reflexión sobre otras dimensiones desdibujadas del término cultura un texto de Daniel Mato (pedimos disculpas al lector de antemano por la extensión de la cita que observamos imprescindible e imposible de recortar) que amplía y complementa la dimensión de lo que avizoramos en lo señalado por Martí en Nuestra América y lo sugerido por Bravo a través de su proyecto en relación con el redimensionamiento de lo que estamos entendiendo cuando hablamos de “cultura”:

Numerosos estudios realizados sobre la maquila ponen de relieve aspectos económicos del asunto, así como problemas relacionados con el pago de muy bajos salarios, la contaminación ambiental, los atropellos al personal y los impactos negativos en su salud, que no podemos dejar de mencionar. Sin embargo, en esta oportunidad me interesa poner de relieve algunos aspectos culturales asociados al establecimiento de las maquiladoras. En primer lugar debe tenerse en cuenta que en no pocas ocasiones, para numerosos trabajadores de estas plantas su relación con ellas implica su incorporación -por primera vez- al mercado de trabajo en el marco de una relación estrictamente salarial (e impersonal respecto de la experiencia anterior de algunos de ellos trabajar en pequeñas empresas familiares, o al menos propiedad de residentes “visibles” de la misma localidad), puesto que numerosas maquiladoras emplean como mano de obra asalariada a personas que hasta entonces estaban dedicadas a tareas agrícolas (sólo en ocasiones en el marco de relaciones salariales), o a la costura y otras actividades no-agrícolas, pero de manera artesanal o en pequeñas empresas. Así resulta que estas inversiones inducen cambios muy importantes en la organización del trabajo y en los hábitos de trabajo y de vida de la gente. Estos cambios no sólo tienen que ver con los tipos de tareas que realizan las personas, sino también con que en muchas ocasiones éstas pasan del trabajo individual, en solitario, en pequeños talleres o en la tierra, al trabajo industrial donde muchas personas trabajan bajo un mismo techo, de maneras coordinadas e interdependientes, con rutinas prefijadas, con horarios rígidos, frecuentemente rotativos, en condiciones que muchas veces afectan su salud, además de sus hábitos de vida. Pero no sólo eso: muchas de estas empresas ofrecen empleos que frecuentemente son tomados por mujeres jóvenes (en México 70 % de las trabajadoras de las maquiladoras son mujeres, la mayoría de entre 16 y 24 años de edad; en Guatemala el 90% son mujeres) que hasta entonces no tenían empleo remunerado, sino que participaban en empresas familiares sin recibir remuneración alguna. De este modo se alteran los modos de organización de la vida familiar y también las relaciones de poder en el seno de las familias (estos cambios son significativos, independientemente de si uno los considera positivos para las relaciones intergenéricas o intergeneracionales). También cambian las pautas de consumo de estos trabajadores, el tiempo disponible para alimentarse, los alimentos que pueden preparase o tomarse en ese tiempo, la disponibilidad de efectivo para hacer compras, el tipo de ropa que necesitan o desean usar, los productos de las industrias del entretenimiento por los cuales se interesan, etc.  (Mato, 2000: 9- 10)


Más adelante Mato agrega que esos patrones de consumo modificado han hecho que las familias abandonen sus hábitos de reunión para comer en familia sustituyéndolos por la “solución” de la comida rápida del McDonald que se ha instalado cerca de la maquila convenientemente.

En este marco añadiremos que consideramos que Curso introductorio de cultura dictado por una experta, hecho con una notoria e intencional austeridad de recursos, es una molotov simbólica que hace estallar varios sentidos de los que solo podremos destacar aquí algunos:

·         Está producido desde una voz que concentra simultáneamente a varios sujetos sociales que han sido foco de discriminación, invisibilización, exclusiones, represiones y abusos: alguien del género femenino[2], pero además de diez años (una niña), mestiza, afrodescendiente y campesina pero que, por otro lado, a través de la clase que ella nos dicta, se transforman en voces activas e insurrectas que, de ser atendidas, ofrecen una opción de recomposición de las nociones y sistemas que rodean al término cultura y la cadena de estructuras que lo acompañan. Esta niña se convierte allí en una figura dialogante con el hombre sencillo martiano que, además de estar mucho más allá del estereotipo idílico que anula las posibilidades de los sujetos como locus de enunciación, ofrece la posibilidad de entendernos con mayor claridad y efectividad como nuestroamericanos.

·         El uso de la palabra de esta niña, que está marcado por las características lingüísticas del habla de la gente de campo en la región central venezolana (como por ejemplo el cambio del uso de las erres por el de las eles y algunas expresiones locales), de seguro, representarán dificultades para otros hispanohablantes a la hora descifrar algunas de las ideas que esta niña expone, sin embargo, están llenas de un saber que resulta profundamente conmovedor y un verdadero llamado a la reflexión sobre términos que nos hacen ignorantes en el ámbito del cultivo, los saberes ancestrales y el placer ligado a ese trabajo. Elementos que nuevamente nos hacen pensar en Martí y su reclamo a una intelectualidad que de tanto mirar hacia afuera y tanto procurar un verbo florido se ha vuelto ciega ante el saber de los hombres naturales y las exigencias de estos últimos frente a un intelectual que debería gobernar desde el profundo conocimiento de América (que incluye los saberes de las y los abuelos), aunque es importante decir que aquí la artista que produce el video no pretende colocarse en la posición del intelectual líder sino que se implica en una nueva experiencia como aprendiz de los saberes populares.

·         El rosado sutilmente insertado en el video no es fortuito: Argelia Bravo, al igual que Yves Klein[3] (y su azul Klein) aunque, en el caso de Bravo desde su contrasentido, ha hecho de ese color una huella ligada a la ironía sobre la seducción y la castidad[4] que se suponen apropiadas para las mujeres, se trata de un desarrollado dispositivo de rebelión emergente desde sus cuestionamientos y reflexiones a partir del género. Es el rosado bravo esta vez presente en la tipografía aplicada al video y en el vestido que la niña está usando.

·         Además, la niña encapuchada con el pasamontañas responde a dos necesidades simultáneamente:

1.       La LOPNA (ley orgánica de protección de niños, niñas y adolescentes), en Venezuela, prohíbe la aparición explícita de niños en cualquier medio de difusión.

2.       Argelia Bravo concibe sus propuestas como un medio neoguerrillero desde una complejización de su historia personal desde que nació con la guerrilla (historia ligada a la del país pero escudriñada ahora conscientemente desde lo personal), sus posibilidades actuales y significados ocultos u ocultados. En este caso quiere provocar una discusión entre los hábitos de consumo urbanos y lo que sería su contrapartida subversora  (guerrillera) en la clase de cultura que la niña campesina nos imparte. Posición que vemos muy afín a las palabras de Martí al inicio de Nuestra América "Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra" (Martí, 1985: 26). Esas metáforas de guerra que Martí usa con frecuencia en el texto pero que además se suman a la manera en la que propone vincularse con el terruño, facilitan las asociaciones con el modo en que Bravo está planteando la figura del guerrillero y las capacidades simbólicas de la guerrilla (más que como apología, más que admirando su acción armada, llama la atención sobre la capacidad de la guerrilla en relación con las ideas, preguntas y sacudones semánticos que produce su existencia) unidas a las de las prácticas del cultivo y la cocina que a través de esta niña, encapuchada, sugiere varias rupturas de estereotipos y esquemas naturalizados.

Para finalizar, quizá sea importante decir que no pretendemos una lectura fascinada por la vida de campo, de la vida fuera de la urbe, ni tampoco satanizarnos como habitantes de este ámbito. Queda claro que ni Martí en su momento, ni la autora del video tomaron ese camino tan simple.

Conscientes de las importantes dinámicas y procesos de intercambio cultural que permanentemente estamos experimentando, despojados de simplificaciones o purismos ingenuos, pero dirigidos a una dimensión menos concentrada en la “haute culture” y más atentos a aspectos en exceso desatendidos de nuestro propio acervo, hemos pretendido detenernos en ideas puntuales de un diálogo entre dos latinoamericanos con posición propositiva ante una incompleta comprensión de nuestra cultura incluyendo sus repercusiones políticas, económicas, sociales.

Nos ha quedado mucho por decir, por lo pronto tan solo reiteraremos en que Curso introductorio de cultura dictado por una experta dialoga esplendorosamente con la inversión de valores propuesta por Martí en Nuestra América y se sitúa en el lugar de la larga y compleja tradición que intenta la construcción de un pensamiento latinoamericano, esta vez desde una contemporaneidad que procura retomar ciertas ideas depositadas en el olvido programáticamente por lo que a oídos de los fans del presente, podrían resultar apenas retórica romántica sin aplicación, pero que, con unos sutilísimos giros que toman en cuenta nuestras actuales condiciones y conscientes de nuestros contextos, aparecen como imperativos vigentes y, definitivamente, necesarios de considerar con urgencia de lo cual, artistas contemporáneos de la talla de la venezolana Argelia Bravo se han percatado y que podría entenderse como una evidencia más de que los alardes de superación de los conflictos generados por la incomprensión de nuestras particularidades culturales y sus procesos, promulgados por ciertas corrientes de la posmodernidad, son apenas juguetitos inventados para entretener a los incautos.



Albeley Rodríguez
Quito, 10 de noviembre de 2008


Referencias bibliohemerográficas, audiovisuales y electrónicas


Bravo, Argelia, Clase de cultura dictado por una experta (primer capítulo), Videoarte en formato MiniDv, 10’ 40’’, Caracas, 2008.



____________, Correo electrónico de la artista a quien suscribe, Caracas - Quito, 2008, pp. 4



___________ “Argelia Brava. Reflexiones sobre una acción corporal censurada (la propuesta original tuvo que ser modificada debido a que las autoridades académicas no aceptaron la presentación de desnudos masculinos)”, ponencia presentada en las 2as Jornadas de Diversidad Sexual, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 14- 15. 06.04, en http://www.debatecultural.net/Visuales/ArgeliaBravo.htm



Hernández, Carmen, “Argelia Bravo: La castidad seductora” en: Desde el cuerpo. Alegorías de lo femenino. Una visión del arte contemporáneo, Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2007, pp. 172 – 176 y 203 – 204.



Martí, José, Nuestra América, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1985, pp. 26- 33


Mato, Daniel, “Desfetichizar la Globalización”[5], 2001, en http://www.class.uh.edu/mcl/faculty/zimmerman/lacasa/Estudios%20Culturales%20Articles/Daniel%20Mato1.pdf


[1]
“Intento concebir el proyecto en su conjunto desde una perspectiva de género, tratando de asociar el hecho de la cocina como una actividad que ha esclavizado a la mujer y transformarlo en una acción subversiva, desde el momento en que se contextualiza en la situación global El conocimiento y la práctica de saberes ancestrales es subversivo.” (Bravo: 2: 2008)
[2]
No podemos dejar de apuntar que a pesar de comprender los tiempos en los cuales Martí desarrolló sus ideas, no deja de ser incómodo el percatarnos del discurso masculinista presente permanentemente en Nuestra América.
[3]
Yves Klein fue un artista plástico y performer francés (Niza 28 de abril de 1928 – 6 de junio de 1962) considerado como una importante figura dentro del movimiento neo Dadá. En muchos de sus trabajos Klein cubrió con pintura azul a un grupo de mujeres y las estampó contra el lienzo dejando así la impronta de sus cuerpos desnudos sobre la tela, utilizándolas como si fueran "pinceles vivientes". A finales de los años 50, los monocromos de Klein se centraban en un color azul intenso, que Klein patentó como el International Klein Blue o Azul Klein.
[4]
Carmen Hernández, crítica y curadora de arte contemporáneo latinoamericano es quien precisa en su libro Desde el Cuerpo. Alegorías de lo Femenino (2007) esta noción de seducción y castidad en el trabajo de Argelia Bravo.
[5]
Este artículo fue publicado originalmente en el libro: Daniel Mato (compilador) Estudios Latinoamericanos sobre Cultura y Transformaciones Sociales en Tiempos de Globalización-2, Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y UNESCO, 2001, pp. 147-178