miércoles, 14 de diciembre de 2011

Diego Barboza

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Nace en Maracaibo, Estado Zulia un 4 de Febrero de 1945 y muere en Caracas en el año 2003

el arte es un continuo explorar, una búsqueda constante dentro de una realidad que aún me ofrece múltiples posibilidades
Diego Barboza

Con una poderosa inclinación hacia las artes desde muy pequeño Diego Barboza tuvo una formación como artista plástico que se inició a sus 12 años, cuando abandonó la educación formal para inscribirse en la Escuela de Artes Plásticas del Zulia (actualmente Escuela de Artes Plásticas Julio Arraga) en la que se hizo dibujante y pintor.

Katherine Chacón alude a que no percibe en su proceso un programa estético de coherencia trazada con claridad, al contrario, entrevé algo de un desorden que le permitió al artista zafarse de la formación de un estilo estabilizador para, más bien, anclarse en búsquedas libres que lo llevaron incluso, del arte conceptual, en el que ya tenía un notorio reconocimiento desde los años setenta, al retorno a la pintura en su producción última.

Este artista se desarrolló en los medios mixtos desde 1968 cuando se marchó a Londres para realizar estudios en el London College of Printing. En esa ciudad realizó las denominadas “expresiones de calle” entre las que con mucha frecuencia se recuerda la primera: 30 Muchachas con redes, una acción que consistía en la circulación de 30 chicas cubiertas con redes de colores que realizaban acciones comunes, como llamar por teléfono o ir de compras; su tránsito sucedió en lugares frecuentados de Londres como Plaza Trafalgar, Circo Picadilly o King’s Road. Esta expresión pretendía, por un lado, hacer un cuestionamiento a la vida moderna con el empaquetamiento de todo, la transformación de todo en objeto consumible y, por otro, simbolizar un rompimiento de las restricciones sociales a través de comportamientos inusuales, las texturas y los colores; elementos que servirían así para “la captura y protección”, según palabras del propio Barboza.

De este modo el artista, con aquella y otras acciones, como El ciempiés (1971, efectuada en  el Speaker’s Corner del London Hyde Park. Esta acción fue realizada como una especie de serpiente humana hecha con una larga tira de tela colorida, sostenida sobre las cabezas de los participantes mientras se desplazaban en fila por el parque), buscó la expansión de su propuesta hacia una especie de manifestación artística de participación colectiva y de exposición pública a las que el artista terminaría llamando más tarde “acciones poéticas”



Hay que decir pues, sobre las “acciones poéticas”, que fueron actos al aire libre, en el espacio cotidiano, en lugares abiertos de la urbe, que buscaban el despliegue de un hecho plástico distinto, en el que se desencadenaría una expresión colectiva, una “captura para la liberación” ―diría Barboza― involucrando al ser humano desde la emotividad y la espontaneidad de la fiesta.

Pero antes de su regreso a Venezuela estas acciones tuvieron un viraje hacia la performance, como sucedió con Cuidado King Kong (1972, Londres) realizado en un espacio privado y sin participación del público.

 A su vuelta al país natal, a mediados de 1973, Barboza cargado de las nuevas experiencias, fue reconocido como uno de los iniciadores del arte conceptual nacional.

El artista continuó entonces con las “acciones poéticas” acentuando, en ocasiones, aspectos de la tradición simbólica popular de Venezuela como sucedió en una versión nueva de Cuidado King Kong (1973) en la que incluyó elementos del ritual a María Lionza y del rito del tabaco o, como en la Caja del cachicamo (1974, Parque del Este, San Felipe y Caricuao), acción en la que, con el mismo espíritu festivo que había desarrollado en las acciones efectuadas antes en Londres, incitaba al público a participar a través de un baile realizado por dos personas que eran portadoras de dos largas tiras de color rojo salientes de los extremos opuestos de una misma “caja”; sobre las tiras se leía en letras blancas la palabra “cachicamo” y se podían escuchar los cascabeles que tenían cosidos.

También, ya en Venezuela, realizó varios trabajos conceptuales de otro tipo, siendo uno de los más memorables, por ser una de las primeras instalaciones en nuestro país, Vota vaso vasura (1973, presentada en la primera edición del Premio Ernesto Avellán, Sala Mendoza): una valla metálica de publicidad cuyo fondo rojo resaltaba las grandes letras blancas con la frase “Vota vaso vasura”. La valla estaba acompañada de un filtro de agua, vasos de plástico y una papelera, aludiendo humorística y críticamente a las elecciones presidenciales de 1973. Roberto Guevara la llamó “el filtro de conciencia” pues, de algún modo, esta propuesta exhortaba a desarrollar la atención de cada quien en relación con el acto de votar.

Un proyecto de acción que nunca pudo concretarse debido a los enormes riesgos que implicaba fue el Proyecto Guarandol - Poema aerovisual (1975, propuesto en la III edición del Premio Avellán, a través de otra acción titulada La Oficina en la que divulgaba aquel proyecto desde un escritorio, con todos sus implementos, a través de materiales de archivo, fotografías y correspondencias). Como documento queda el collage Guarandol I, allí quedó expresado el objetivo de lograr que un helicóptero volara sobre las torres de Parque Central, dejando colgar largas tiras de tela con la inscripción "Arte como gente / gente como arte". Las tiras se desprenderían después para caer libremente sobre esa parte de la ciudad como símbolo del poder abarcador del arte sobre la vida diaria y urbana.


En 1976 creó el Buzón de arte, un tabloide que solo alcanzó dos números, pero que compilaba los prolíficos resultados del cultivar otro medio limítrofe entre el arte y la vida de todos los días: el arte correo, del cual es uno de los más destacados representantes en Venezuela, junto con Dámaso Ogaz.

También los documentos fotográficos (tomados por alguien más) de varias de las acciones realizadas por Barboza están intervenidos y traspasan el mero carácter testimonial para devenir otra obra plástica del artista.

A mediados de los ochenta el artista decidió regresar a la pintura debido a que consideraba que el arte conceptual estaba representando límites para la comunicación con su público. Esta vuelta a la pintura debió hacerla con paso cauteloso, después del tiempo dedicado a la actividad conceptual, por ello su retorno fue primero mediado por el collage, la fotocopia, la acuarela y el dibujo, a los que había recurrido para el diseño y difusión de sus proyectos accionales y que fueron, desde su niñez, una importante herramienta de expresión que nunca abandonó. La pintura parece haber representado para Barboza, después de todos sus ires y venires, un reencuentro más con el pasado y su particular relación con la nostalgia.

Diego Barboza trabajó con elaborada insistencia sobre el mundo cotidiano y sobre una relación con el pasado que partía de las cosas y lugares sin aparente importancia, los que nos acompañan a diario. Estos intereses atravesaron toda su trayectoria artística como un deseo latente de distorsionar la visión acostumbrada de la realidad. En sus propuestas, de la pintura al arte conceptual y de allí de nuevo a la pintura,  tal irrupción en la apreciación del mundo estuvo intervenida por los sueños provenientes de la palpabilidad misma, de lo que ha sido, es y será concreto, pero que desde esa concreción se convirtió en fantasía para turbar la rutina.



Albeley Rodríguez
Caracas, 25 de enero de 2010

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